Cuando un bebé nace corona una espera de varios meses en los cuales las fantasías de la madre y del padre sobre los ojos, el pelo, el tamaño, el rostro y hasta la profesión de su bebé no se hicieron esperar. Durante todo este tiempo, a través de las ilusiones, los preparativos y los cuidados, empezó a formarse una relación la que sería determinante para el futuro de la felicidad del nuevo bebé. La relación emocional mamá – bebe

John Bowlby, que ha investigado en el tema, dice que el bebé necesita a su madre, Donald Winnicott, otro investigador, dice que es la madre quien necesita a su bebé. Uniendo ambas concepciones podemos conciliar en que ambos se necesitan, la mamá y su bebé se necesitan.

                                                           MAMÁ / BEBE                                                            BEBE / MAMÁ

¿Qué trae cada una de estas dos personas a su nueva relación?

El Bebé

Photo by Zaid Abu Taha from Pexels

Cuando el bebé nace trae un yo en formación, un ego en proceso de cimentarse y su temperamento. Trae necesidades básicas como alimentarse, dormir y permanecer seco. Trae la necesidad básica de ser amado, de sentirse querido, de sentirse bien tratado y de saberse aceptado.

Asimismo, aporta su propia historia de gestación normal o con complicaciones, su edad gestacional, su peso al nacer,  su talla, su respiración, su APGAR, su condición de niño regular o con necesidades especiales , su sexo (esperado o no), su actividad motriz o su pasividad, su llanto, su respuesta de consolación, su reflejo de succión fuerte o débil, su mirada. Esta última, es considerada por muchas madres como representativa del establecimiento concreto de una primera relación.

                                     Pregunta de una madre, ante su niño de un día de nacido:                                                       “¿Has notado que no me mira? ¿Por qué será?,                                           ¡Mírame, Daniela!”

“El recién nacido ve, escucha y se mueve siguiendo el ritmo de la voz de su madre en los primeros minutos y horas de la vida, de modo que surge un hermoso nexo en las reacciones de ambos, a modo de una “danza” sincronizada entre la madre y el niño” (Condon y Sander, 1974, citado en Klauss y Kenell, 1978).

La Mamá

La mamá trae a esta relación su propia historia. Su historia de mamá primeriza o de mamá por tercera vez, su experiencia de embarazos anteriores, su gestación, su proceso de parto, su salud en general.

Trae su edad, no es lo mismo ser madre a los 15 años, 25, 35 o incluso 50 años de edad.

El tipo de relación que mantiene con su pareja, la cual puede ser estable o inestable.

Trae su posición económica, su trabajo, su formación académica, sus deseos truncos o logrados. Su cultura, su crianza, sus costumbres, su idea propia acerca de los bebés, sus prejuicios, su personalidad, la relación con su propia madre y padre (la cual puede estar resuelta o no), el apoyo de su familia extendida, es decir de los abuelos y tíos del niño.

En fin, trae su propia realidad y su propio deseo de ser madre, su deseo de desempeñar sus funciones de mamá.

Es en este marco de realidades que se empieza a desarrollar la relación madre-hijo.

Como podemos apreciar, no es muy simple, antes bien, diríamos que es personal, cada hijo trae su propia historia de madre.

A la relación que se establece entre madre y bebé algunos autores han dado en denominar apego o vinculo afectivo, también llamada teoría del apego (John Bowlby, 1953).

El Apego

El apego es una relación específica y singular que existe entre dos personas y que trasciende a través del tiempo. Esta relación la ilustran comportamientos y conductas: acunamientos, arrullos, caricias, besos, etc. Estas conductas ponen de manifiesto el afecto y sirven para mantener el contacto. Cuando estas conductas se fortalecen los apegos logran perdurar incluso luego de prolongadas separaciones de tiempo y de espacio.

Ante todo esto la actitud de los padres hacia sus hijos va a ser determinante a la hora de que su hijo se desarrolle correctamente. Por tanto, los progenitores deben ser cuidadosos y pacientes a la hora de tratar a sus hijos.

De manera resumida, es importante que los padres traten de:

  • Entender las señales de los niños y su forma de comunicarse.
  • Crear una base de seguridad y confianza
  • Responder a sus necesidades
  • Abrazarlo, acariciarlo, mostrarle cariño y jugar con él
  • Cuidar su propio bienestar emocional y físico puesto que repercutirá en el comportamiento hacia su hijo.

Cuando es establece un adecuado vínculo el bebé:

  • Se desprende con más facilidad del adulto.
  • No necesita estar cerca de la madre día y noche.
  • Muestra libertad para explorar.
  • Puede resolver problemas.
  • Se adecua en ambientes que no le son conocidos.
  • Son seguros, entusiastas, persistentes, cooperativos.
  • Se conocen más a sí mismos y a sus madres.
  • Son más sociables en juegos.
  • Líderes, curiosos, comprometidos con su alrededor.
  • Más independientes, establecen amistades más estrechas.
  • Piden ayuda sólo cuando lo necesitan.

La crianza de cada hijo es única y no necesita ser perfecta, de hecho no lo es, somos seres humanos y por lo tanto imperfectos. Pero si, como padres, podemos garantizar una base emocional a cada hijo lo suficientemente segura que le permita salir airoso frente a cualquier momento difícil de la vida. Un apego seguro, confiable y amoroso no solo garantiza una infancia feliz sino especialmente una adultez madura que sepa responder positivamente a todas las circunstancias que le toque vivir.

FOTOGRAFÍAS | Zaid Abu Taha from Pexels |

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